Andrea Bocceli - EL Tenor

Andrea Bocelli Biografía
Por Terryloz
Por fin, un mito para el Nuevo Milenio. Mito en el sentido homérico de la “palabra que habla,” que aquí florece por medio de la canción: como encantamiento puro y fuerza al rompe, tales Caruso, Gigli, Del Monaco, Corelli…Un mito (magno como el de Andrea Bocelli) no se inventa: de nada serviría el mercadeo más astuto como para producir un resultado semejante. Sencillamente, lo que ha ocurrido es que la gente lo “reconoce” y entonces en las latitudes más dispares del mundo, tiene un público que lo sigue (y así comienza para el artista la más gran aventura: corresponderles a millones de almas que piden identificarse en su voz para descodificar sus necesidades más profundas – y ante todo, la necesidad de belleza).Así ocurrió primero en un contexto aparentemente nivelador (un concurso de canciones, una muestra de aires populares); pero con todo – mirando hacia atrás – el sitio ideal, aún perfecto: es que la infancia de un mito sigue un camino cuidadoso, que supera la fantasía, rompe los esquemas y construye una especificidad propia. Bocelli cantó en San Remo, y ese universo palpitante oculto detrás de la máscara del teleespectador aburrido, lo reconoció y eligió. Su timbre vocal le dio dulzura al mundo, su fama creció al compás de una aritmética exponencial, más allá de todo el circo mediático. Pues “Si Dios cantase, Su voz sería como la de Andrea Bocelli” – (aún este célebre comentario de Celine Dion atestigua con claridad – y sin retórica – la dimensión mítica del artista y la percepción de un don: aquella voz, aquella sensibilidad, aquella dicción, aquel color a la vez melancólico y solar, inigualable al cantar el amor del amante o del padre, o el carnal, o el del cielo).

• La responsabilidad del talento “No creo que uno decida volverse cantante. Lo decide la reacción de quienes están a tu alrededor. Tal vez no debería decirse ‘oye, te quiero cantar algo’…pero si la gente dice ‘por favor, cántanos’, entonces…”. A Andrea Bocelli le tocó contar con un don doble y en todo sentido total. Primero, el altísimo potencial de su voz: un timbre que se reconoce como una firma, diferente de todos (como, por ejemplo, fue el caso de la Callas: imposible confundirlo, imposible permanecer indiferente), pleno y potente, versátil a punto de abarcar desde el bel canto hasta el furor verista, desde el repertorio sagrado hasta el romance popular.No haber desarrollado, no haber nutrido para hacer germinar semejante facultad rarísima (mediante un asiduo refinamiento técnico y una profundización interpretativa), habría sido, a los ojos del propio Bocelli – nos parece – imperdonable.El segundo don es aún más delicado y complejo que el milagro de las dos cuerdas vocales que seducen al público del planeta entero: la aventura humana que llevó a Andrea Bocelli – en la adolescencia – a una habilidad diferente, que lo privó de la vista. Esta fue en verdad una ausencia que acentuó el devenir de una sensibilidad excepcional: verdadera y muy propia.(De nuevo el mito, tan tangible y vívido: aquel que no puede ver tiene visión excepcional… Basta pensar en la etimología del vocablo “Homero: ? μη ?ρ?μ, “aquel que no ve”). Bocelli trasciende el límite: agiganta su capacidad de profundizar en el texto, su percepción de las más menudas gracias de la expresión musical. El resultado es un talento expresivo que vence las barreras del repertorio, las lingüísticas y las culturales. El resultado es también una cotidianidad profesional hecha de voracidad cultural y feroz autocrítica en la búsqueda de una perfección que se roza con la utopía. • La fortaleza de un travesía insólita Andrea Bocelli es un cantante lírico. Un tenor refinado (cuya vocalización une la reciedumbre inconfundible del tono heroico con la fragancia juvenil de un tenor “di grazia”, robustecido con un timbre de insólito pulido), capaz de cantar cualquier cosa, de Verdi a Puccini, de Mascagni a Massenet; un artista que estudia con esmero la partitura (lo demuestra inclusive el hecho de que no emula a los grandes colegas del pasado: Bocelli crea para cada papel una lectura propia, una ruta propia). Es un músico “completo”, como suele decirse de quien tiene el respaldo de una preparación sólida que incluye estudios de piano. Además, forjó su personalidad con estudios humanísticos y un título en Leyes. Es una paradoja que a veces restringir los propios intereses compensa, mientras por el contrario el eclecticismo, la curiosidad intelectual, la ausencia de prejuicios – en el colorido y heterogéneo mundo de quien disfruta de una ópera – son fuentes de recelo y hasta sospecha.Bocelli, la voz soberana que el mundo de la ópera llevaba años esperando, “estalló” como fenómeno planetario interpretando una canción en el festival de San Remo. Una anomalía en el camino, con un potencial de divulgación de gran alcance: un soplo de aire fresco en un mundo – el de la ópera – que corría el riesgo de olvidar su propia tradición popular, tan ferozmente se aferraba a su pedestal, tan elitista cuan resbaloso. Una anomalía que para millones de personas vino a ser motivo de reconocimiento (¡cuántos, gracias a las canciones interpretadas por Bocelli, verdadero puente entre la música “de consumo” y la música “clásica”, pudieron entonces acercarse al gran patrimonio de la ópera!). Anomalía que, de otra parte, no la entiende una parte, por cierto reducida, de aquella crítica musical que también es responsable del autismo lírico que compromete seriamente la forma de arte musical que representa lo mejor que Italia supo producir en los últimos cuatro siglos. En honor a la verdad, muchos entre los titubeantes campeones de las ideas preconcebidas (representantes de aquel cosmos operático que desde siempre arma la fábula de un pasado vocal irrepetible…pues este ya fue decretado en el siglo dieciocho, y sin duda lo será en cien años) ya poco a poco han cambiado de parecer, después del ascenso profesional de Andrea Bocelli, la expansión de su repertorio exquisitamente operático y los éxitos teatrales y discográficos.Andrea Bocelli ha pagado el precio de esta anomalía del camino que eligió: hubiese sido “solamente” un cantante de ópera, desde un principio lo hubiera llevado en la palma de su mano la más exigente aristocracia de la musicología. Pero su voz no la retienen los límites: en cada rincón del globo suena Time to Say Goodbye mientras que en los teatros la misma voz vibra en las obras maestras de la ópera. Un género que, precisamente por el “fenómeno Bocelli”, se beneficia de un aliento regenerador de inaudita potencia. Gracias al tenor de Pisa, los reflectores de los medios se vuelcan nuevamente hacia la Ópera y los jóvenes salen de la cárcel del prejuicio y del desconocimiento, descubriendo ricas vetas de emociones en el teatro musical. Semejante embajador de la ópera, capaz de conmover a multitudes oceánicas, lanzar un género melódico de cross over que cuenta hoy con innumerables émulos, y hacer crecer la percepción de lo bello en amplios sectores de la población, genera también – como todo verdadero mito – una corriente de recato esnob…corriente que de todas maneras disminuye con cada día que pasa.Crece en vez, paralelo a su fama mundial, la conciencia que tiene Andrea Bocelli de la función cultural y social que su nombre ahora conlleva: el mito no es fábula accesoria sino más bien fuerza activa, el mito es un ingrediente vital de la civilización humana. • Formación a la antigua de un tenor moderno …Aunque podríamos decir, al contrario, “la formación moderna de un tenor a la antigua”. Ambas definiciones dan fe del recorrido formativo y profesional de la estrella Bocelli, tenor “moderno pero a la vez antiguo” (como él mismo gusta definirse).Moderno pero a la antigua, como lo fueron sin más Puccini, o mejor Mascagni. Y es el mismo paisaje toscano de Puccini y Mascagni el que vio nacer a Andrea Bocelli. Vino al mundo (el 22 de septiembre de 1958) y se crió en la finca de la familia en Lajatico, una comunidad rural muy unida, ubicada entre los viñedos y los olivares de la provincia de Pisa (en la finca se produce aún hoy un excelente vino, cotizado en el mundo entero). A sus padres, el mérito de haber identificado y animado el talento musical del pequeño Andrea, consintiendo que empezase a estudiar el piano desde la edad de seis años. Más adelante, la pasión musical se extendió a la flauta y el saxofón. Sin embargo, fue en su voz que Bocelli encontró el instrumento ideal: la línea kármica de su vida se manifestó en el momento en que el canto se le impuso a la sensibilidad del joven músico…Data de 1970 la primera victoria en un concurso de canto: Andrea no había cumplido los doce años cuando obtuvo la Margherita d’Oro de Viareggio, interpretando O sole mio.Después de estudios hechos bajo la orientación del maestro Luciano Betrarini (a su vez un mito de la enseñanza: es vertiginosa la lista de cantantes ilustres que ha formado, desde Fedora Barbieri a Tagliavini, Corelli a Panerati a Bastiannini), Bocelli se acercó a Franco Corelli, para quien Andrea ha tenido verdadera y propia veneración (correspondida con los años por el gran cantante de Ancona). Para pagarse las clases, tocó en los piano-bares y al tiempo prosiguió su educación humanística estudiando en la Universidad de Pisa, para graduarse como Doctor en Leyes (profesión que practicó durante un año de actividad forense, como Defensor de Oficio).Al cabo de su participación en un curso de perfeccionamiento en Torino bajo Corelli, Andrea Bocelli tuvo la oportunidad de debutar en la escena de la ópera en 1994, en el Macbeth de Verdi (en el papel de Macduff), dirigido por Claudio Desderi y en gira por Pisa, Mantova, Lucca y Livorno. Fue también el período que lo vio despegar en el mundo de la canción popular, descubierto por Caterina Caselli y su disquera Sugar. Para Navidad, es invitado a cantar Adeste Fideles en la Sala Nervi del Vaticano ante el Papa. Mientras tanto, tan sólo el 28 de diciembre del año anterior había debutado Andrea en el mundo de la música clásica, en un concierto en el Teatro Romolo Valli de Reggio Emilia. No más salas de tribunal, no más piezas pedidas en los piano-bares: fue el comienzo de un ascenso fulgurante. Bocelli encontró a la escena. Más bien, la escena encontró a Bocelli. Y ya no lo dejará. • Con te partiró (contigo me iré)… Hay algo de milagroso en el transcurso doble y paralelo que sigue la carrera de Andrea Bocelli. 1996: la melodía de la canción Con te partiró (y luego su arreglo en dueto con Sarah Brightman, Time to Say Goodbye) se escuchó en cada rincón del mundo: en todas partes se comenzó a hablar del “fenómeno Bocelli”, a hablar de un artista cuya irrupción en el mundo discográfico – con un álbum llamado Romanza – batió todos los récord.En Alemania, por ejemplo, el dueto permaneció en el primer lugar por catorce semanas consecutivas, vendiendo más de tres millones de copias y convirtiéndose en la canción más vendida de todos los tiempos.En paralelo, Andrea inició su propio recorrido en la ópera, dosificando el repertorio de acuerdo a una proyección tan valiente cuan visionaria, en el manejo de su voz.Le tocó a Cerdeña (en un teatro audaz como el de Cagliari, que en esos años lograba imponerse con producciones intrigantes y a veces excéntricas, pero de gran calidad e impacto mediático) recibir los primeros conciertos de Andrea Bocelli dedicados por completo a la ópera. En seguida vino Torre del Lago Puccini, en donde en el verano de 1997 el tenor ejecutó páginas de Madame Butterfly y Tosca y también el aria “dei 9 do” de La Fille du Régiment, recibida con furor por un público que pedía bis tras bis.En 1998, un nuevo debut, un nuevo hito para la maduración escénica y vocal del artista. Esta vez Andrea llevó el papel principal: fue Rodolfo – junto a Daniela Desi – en La Bohême de Puccini, en la escena de Cagliari y bajo la dirección de Steven Mercurio. El mismo año vino el encuentro con el maestro Zubin Mehta, y esta primera colaboración acabó en un gran concierto en Tel Aviv. Al célebre director de orquesta le entusiasmó el don de Bocelli, y lo declaró más de una vez, exaltando la musicalidad, la preparación y el gusto del tenor toscano.En 1999, le tocó a la Arena de Verona acoger por primera vez a Andrea Bocelli (como invitado en la Gala para cantar en la Viuda Alegre de Léhar, dirigida por Antón Guadagno). Lo aplaudieron dieciocho mil espectadores después del re bemol agudo de Tu che m’hai preso l’amor y el Brindisi de La Travista, con Cecilia Gasda. En octubre, el debut estadounidense del Werther de Massenet, en Detroit, con Steven Mercurio en el podio y Denyce Grace en el papel de Charlotte. Corría el año, 1999, en el que Andrea recibió una nominación como Mejor Nuevo Artista en los Premios Grammy, siendo el primer artista clásico en treinta y ocho años en recibir este honor. Fue el año en que salió el álbum Sogno, en el que Andrea nos regala una inigualable interpretación, en dueto con Céline Dion, de la canción The Prayer, que ya se había granjeado un premio en los Premios Golden Globe como Mejor Canción Original y resultaría a la postre nominada al Oscar.A partir de este momento, el mito de Bocelli, apoyado en un enorme éxito discográfico, fue imparable. Sus conciertos vieron alternar monstruos sagrados como Lorin Mazel (gira clásica en 1999 en Mónaco, y Réquiem de Verdi en Verona en 2000 y en Mónaco en 2001), Seiji Osawa (en Mónaco en 2000) Valere Gergiev (Réquiem de Verdi, grabado en Londres en 2000) y Zubin Mehta. También vale la pena subrayar la intensa relación de colaboración que entabló Bocelli con Myun Whun Cheng, director de la Orchesta dell’Accademia Nazionale di S. Cecilia de Roma.En enero de 2001, debutó en escena – en el Filarmónico de Verona – con el Amico Fritz de Mascagni, papel particularmente bien adaptado a la voz de Bocelli. El 29 de octubre del mismo año estaba en Nueva York en Ground Zero, por invitación del alcalde Rudolph Guiliani, y cantó el Ave Maria de Schubert delante del mundo entero, como parte del Memorial para las víctimas del 11 de septiembre.En el verano de 2002, debutó en el papel de Pinkerton en Madame Butterlfy en Torre de Lago. Después de posteriores éxitos discográficos y reconocimientos internacionales (por ejemplo, en 2002 recibió dos Premios World Music en Monte Carlo: Artista Clásico Más Vendido del Mundo y Artista Italiano Más Vendido; se ganó además el Premio Luciano Cirri en Roma por su contribución a la difusión de la cultura italiana en el mundo; y por el mismo motivo, el Premio Caruso en septiembre, en Sorrento. En octubre, en Londres, recibió el National Music Award y en diciembre el Best of the World en los Premios American Music), Bocelli debutó en 2004 en el papel de Cavaradossi en Tosca, preparado para el Festival de Torre del Lago Puccini. Prosiguió, asiduo, su contacto directo con la escena de la ópera (protagonista de Werther en el Teatro Comunale de Boloña) y con las grandes plateas de concierto. Al tiempo enriqueció significativamente su discografía clásica. Pues más allá del eco del éxito planetario, ya consolidado como hecho “histórico”, el mito, como dijimos, seguía un recorrido exacto, e impacta que en ese momento – con el artista en la plenitud de la voz y de la habilidad para interpretar – se fijó y archivó todo para colocarlo en los estantes del tiempo, dejando memoria y testimonio vivo para quienes vinieran después. • Lo esencial (invisible para el ojo) Es la existencia toda la que está en juego en la fulgurante máxima de Antoine de Saint-Exupéry (en Le Petit Prince), que recuerda como “…no se ve bien sino con el corazón. Lo esencial es invisible para el ojo”. Bocelli, curioso, apasionadamente activo y tenazmente positivo de cara a la vida, conoció profundamente el secreto de esta reflexión literaria…Frase que pasma, en su verdad deslumbrante y lineal. Lo esencial, en la esfera profesional de un tenor, también en este caso es invisible para los ojos. Pero es en la discografía, bajo la marca de sellos importantes en lo internacional (Sugar Music con licencia para Polydor primero, y luego para Philips Classical, y sucesivamente Decca Music y Universal Music) que se mide la carrera de un artista. Y en el caso de Bocelli, el acervo discográfico es lo que garantizará la perenne actualidad de su voz a las generaciones por venir. Tal como lo hiciera Caruso al comienzo del siglo, lo mismo Bocelli al iniciarse el milenio.El primer cimiento discográfico “clásico” salió en 1997 titulado Viaggio Italiano. Fue un proyecto Caterina Caselli-Sugar realizado con la Orquesta Sinfónica de la Radio de Moscú bajo la dirección de Vladimir Fedoseyev. En la contraportada se lee: “…el tenor Andrea Bocelli en un concierto de célebres Arias de Ópera y Canciones clásicas, un viaje imaginario del mito del Melodrama y de la Ópera italiana, único verdadero patrimonio cultural de la gran emigración en masa a Norteamérica. Este disco es un homenaje al papel – decisivo – de la Emigración italiana en Norteamérica, en la salvaguarda y difusión de la tradición musical italiana en el mundo. Un homenaje y un reconocimiento cultural para los millones de inmigrantes que han mantenido vivo y difundido en el Nuevo Mundo uno de los más importantes legados culturales italianos: la Ópera, el melodrama, el Bel Canto y, más en general, la tradición melódica y la canción popular italiana…”. De Puccini a Schubert, de Verdi a Donizetti (Nessun Dorma, Ave maria, La donna è mobile, Una furtiva lacrima y muchas otras), con un coda agradable de clásicos napolitanos, ejecutados magistralmente. No obstante lo anterior, la autocrítica feroz del maestro Bocelli lo llevó a anotar: “Me disculpo de corazón ante todos los napolitanos por mi acento; sin embargo – en virtud del amor que albergo por su idioma – espero ser perdonado. Espero mejorar lo más rápido mi dicción. Con el afecto de...”En 1998 se publicó Aria – el álbum de la Ópera, con la Orchesta del Maggio Musicale Fiorentino, dirigida por Gianandrea Nocedal. La voz de Bocelli se potencia en diecisiete soberbias arias del gran repertorio.Al alba del nuevo milenio, un CD dedicado por completo a las Arie Sacre con l’Orchestra e il Coro dell’Accademia Nazionale di S. Cecilia, dirigida por Myun Whun Cheng (grabado en 1999). Páginas “compuestas para exaltar la grandeza de Dios y celebrar su gloria,” escribió Bocelli sobre un álbum “fuertemente deseado y ansiado”. La fuerza espiritual de las canciones la exalta la voz de Bocelli.“El bel canto no es canto si no produce encanto,” observaría años más tarde el tenor toscano, con su típica intensa sencillez, en el transcurso de una entrevista de televisión. Su homenaje discográfico a la Cristiandad permanece como uno de sus productos artísticos más luminosos y vibrantes. Arie Sacre se convirtió en el álbum clásico más vendido grabado por un artista solista. Bocelli se ganó una posición en el Libro Guinness, conquistando al tiempo las primera, segunda y tercera posiciones en la clasificación estadounidense de la música clásica, y copando las primeras posiciones, semana tras semana, por casi tres años y medio. • Una voz para el nuevo milenio En 2000, una nueva etapa fundamental en la carrera discográfica de Bocelli: La Bohême de Puccini, con un podio de excepción, Zubin Mehta, al frente de la Orquesta Filarmónica de Israel. En el papel de Mimi, Barbara Frittoli.El papel de Rodolfo, Andrea Bocelli ya lo había cantado en 1998 (Teatro de Cagliari), suscitando el comentario elogioso de su Maestro, Franco Corelli: “Andrea es un tenor lírico con una voz de rara belleza, su sentido del romanticismo y de la melodía exalta la esencia misma del Rodolfo ‘bohêmien’”.Se trata de “música de los sentimientos, de las pasiones, de las lágrimas”, como la define el propio Andrea Bocelli, quien encontró a un Rodolfo apasionado y parecido a cualquier muchacho de hoy… Un coloso de la interpretación como es Zubin Mehta se expresó de esta manera sobre la innata musicalidad de Andrea, al cabo de la experiencia: “Logra captar mi ritmo interno. Si me encuentro ejecutando una frase, apenas capta que me estoy alargando, me sigue.”Siempre bajo la batuta de Zubin Mehta, en el principio del milenio se celebró también la salida del álbum Verdi (esta vez con el Coro del Maggio Musicale Fiorentino y la Orquesta Filarmónica de Israel, en donde Bocelli se enfrentó a algunas de las más famosas arias de las obras maestras de Verdi, de Di quella pira de Il Trovatore a La donna è mobile de Rigoletto, de Mas è me forza perderti de Un ballo di maschere a Quando le sere al placido de Luisa Millar.En 2007 le tocó el turno al Réquiem de Verdi, en una grabación que pudo contar con un elenco formidable, empezando con Valere Gergiev en el podio. Cantando junto a Bocelli, Renée Fleming, Olga Borodina e Ildebrando D’arcangelo.En el otoño de 2002, Andrea Bocelli unió sus propias energías a las de otro grande del podio, el Maestro Lorin Mazel, con quien realizó un proyecto discográfico muy particular: se trata de Sentimento, una colección de canciones románticas de compositores del calibre de Tosti, Liszt, Denza, Gastaldón, arregladas para orquesta por el Maestro Mazel, quien se mostró también como muy fino instrumentista como violín concertante, junto a la voz de Bocelli. Un enorme éxito, por el cual Andrea recibió, en los Premios Classical Brit de 2003, dos nominaciones, que ganó: Álbum del Año y Álbum Clásico del Año Más Vendido.Andrea Bocelli, “Estradivario” del canto: “La voz de Andrea – son palabras de Lorin Mazel – tiene una cualidad particular y tal vez el violín que toco, un Estradivario antiguo, con su sonoridad profunda y sensual, se adapta particularmente bien a este repertorio. A mi modo de ver, en la combinación de las dos voces, la del violín que tengo el gusto de tocar y la del instrumento natural de Andrea, se crea una interacción extraordinaria…muy vivaz, intensa y apasionada.”Publicada en mayo de 2003, Tosca de Giacomo Puccini, fue la segunda ópera completa que Andrea Bocelli grabó bajo la dirección de Zubin Mehta. En el papel de Floria Tosca, Fiorenza Cedolins, quien comentó así la experiencia: “Andrea es en verdad una persona extraordinaria. Desde el primer momento me impactó por la claridad y la espontaneidad con las que se enfrenta inclusive a las cuestiones más delicadas, que muchos cantantes tenderían a evitar. Me refiero al modo extremadamente franco y sincero que tiene de discutir técnicas vocales, expresiones, y colocación.” Zubin Mehta, hablando de la evolución vocal de Bocelli, ha subrayado cómo, en el papel de Cavandossi, el cantante había encontrado en los “centros” una sonoridad “casi de barítono, mientras sus notas altas se volvieron mucho mas llenas.” En la primavera de 2004 salió Il Trovatore, grabado en el Bellini de Catania en 2001 bajo el podio de Steven Mercurio. Junto a Bocelli, Verónica Villarroel, Cado Guelfi, Carlo Colombara.Las metas recientes son, si posible, aún más apasionantes. Verdaderos y propios desafíos vocales, afrontados con la plenitud interpretativa de un artista que ahora es maduro. Como el Werther, en el mercado discográfico desde la primavera de 2005: esta grabación es parte de una serie del Teatro Comunale de Boloña (firmada por Liliana Cavana y Dante Ferretti), con Yves Abel en el podio; un Werther “alejado de los tonos melosos melodramáticos,” como el mismo tenor subrayó. El protagonista de la obra maestra de Massenet está caracterizado por una humanidad nueva, cautivante (y muy apreciada por la crítica internacional). Andrea Bocelli, con óptima dicción francesa, hizo énfasis en la peregrinación psicológica del personaje, desde su briosa pasión inicial a los colores esfumados y la vulnerabilidad del final. Al final de 2006, la discografía de la ópera de Andrea Bocelli se arriesgó con dos hitos del verismo: Pagliacci, de Leoncavallo y Cavalleria Rusticana de Mascagni, ambas dirigidas por Steven Mercurio.Acostumbrado a superar barreras aparentemente insalvables, forjado por los escollos de una habilidad diversa convertida en habilidad superior, Andrea Bocelli alargó su repertorio mediante desafíos siempre nuevos, sin desdeñar de frecuentar en paralelo, con justa parsimonia, también el género del cross over melódico. Entre los más recientes proyectos de ópera que pronto se escucharán en el mundo entero, está el papel exigente de Andrea Chenier, en la obra maestra homónima de Humberto Giordano (junto a Carlos Álvarez y Violeta Urmana), y por último la más audaz y embrujadora historia de amor de la ópera de todos los tiempos, Carmen de Bizet, bajo la dirección de Myung Whun Cheng.“Más me adentro en el canto, menos entiendo. Sólo sé que Dios me ha dado una voz que me permite expresar lo que siento, y en este sentido creo poder definirla como voz reconocible…”. La verdadera grandeza de un artista se mide también por su humildad, no obstante la fama planetaria y la conciencia de la función cultural y social que su nombre represente. Finalmente, un mito digno de llamarse así. Finalmente una voz para el nuevo milenio. Aca una recopilación de sus mejores temas....